Cruzando el umbral del Monasterio, los ojos se van indiscutiblemente a la Iglesia de la Trinidad, situada en su centro geográfico, y en torno a la cual se desarrolla toda la vida de los monjes.
En una de sus paredes exteriores, la primera que contempla la mirada, el icono de la Trinidad de Andrei Tublev. Los tres ángeles que evocan la visita de Dios a la tienda de Abrahám, son los que acogen y dan ahora la bienvenida al visitante. Como antaño hiciera Abraham, ahora el Padre, el Hijo y el Espíritu invitan al visitante a sentarse a la «mesa del Banquete del Reino».
Todo está dispuesto y todo tiene un lugar en el Monasterio que la Fraternidad Monástica de la Paz tiene en Muchamiel (Alicante - España). Lugar desconocido para quien lo visita por primera vez, pero que, desde el instante en el que cruzas el umbral, inspira y siembra paz y silencio en el corazón del que a él accede.
La pequeña ermita de la Madre de Dios Portaïtissa, «Portera del cielo», abre paso hacia el interior del Monasterio, como acompañando e introduciendo al visitante hasta la Mesa del Banquete mientras tiñe con su suave presencia el mismo aire que respira puertas adentro.
Una puerta de cuarterones de cristal, flanqueada por dinteles de piedra, introduce en la contemplación del misterio de Dios. Llevando tu mirada hacia lo Alto, al frente, la Trinidad del Nuevo Testamento rodeada por la «creación del universo»; a la derecha, «La venida del Espíritu Santo sobre la Madre de Dios y los Apóstoles» cubriendo todo el ábside lateral; a la izquierda, «La Transfiguración en el Tabor». En el mismo plano que el visitante, los cuatro evangelistas, y los santos Clemente de Roma y Juan Crisóstomo, te reciben e introducen en el templo. La vida y el testimonio de cuatro mártires romanas, en lo alto de los ábsides, proclaman la Verdad por la que han dado sus vidas, y diversas escenas evangélicas te introducen en el día a día de la vida cristiana, mientras -sobre la puerta de acceso- la Madre de Dios abre sus brazos, acogiendo, abrazando... sobre el boceto de la Nueva Jerusalén de la que nos habla el Apocalipsis.