Cualquiera que sea la razón de tu visita, queremos darte la bienvenida y desearte que el tiempo que estés con nosotros sea, para tí, un regalo de Dios, un oasis en medio del desierto de la vida y un tiempo de reposo y de paz donde tu corazón se nutra de la presencia del Dios bueno y amigo de los hombres.
En la Fraternidad Monástica de la Paz, Dios nos ha llamado a ser monjes y monjas según el modelo de vida, de espiritualidad, que la Iglesia recibió de los Padres del Desierto. Creemos que el camino de seguimiento de Jesús que ellos recorrieron es totalmente valido, orientador y enriquecedor para nosotros hoy.
Para nosotros es tan valioso su ejemplo, el modo de seguir a Jesús, porque el testimonio de sus vidas nos muestra que por ese camino lo alcanzaron. Llegaron a gozar, ya en este mundo del Paraíso, de la familiaridad con Dios. Su testimonio más fuerte, manifestado de muy diferentes formas, es el de que Dios es lo único necesario, la mejor parte, el Absoluto de sus vidas.
No pretendemos calcar su forma de vivir, en muchos aspectos imposible o inadecuada para el momento actual, pero sí el espíritu que les impulsaba, la radicalidad evangélica con que vivían. En sus fuentes han bebido muchos monjes y monjas de oriente y occidente, y a ellas nos hemos acercado a beber también nosotros.
El espíritu del primer monacato, el que floreció en Egipto, en Siria, en Capadocia, le da a nuestra vida consagrada contemplativa una cierta forma, en parte común a toda vida monástica, que se plasma de un modo peculiar, un estilo propio, según el carisma recibido, que es lo que nos identifica y nos diferencia de otros caminos monásticos.
La influencia del monacato primitivo se manifiesta en nuestras aspiraciones, en el modo de orar, de obedecer, de gobernar, de acoger al hermano, de negarnos a nosotros mismos... La vida de los Padres del desierto nos da una pauta con la que contrastar nuestros criterios, un estímulo para perseverar en el camino emprendido. Podemos decir con toda verdad, que ellos son los Padres espirituales de la Fraternidad Monástica de la Paz, nuestros Padres.
"Desde el principio, lo más importante para nosotros era, precisamente, el mantenernos inmóviles ante Dios para poder caminar con los hombres.
Éste era el sentido de nuestra comunidad de amor, y ésta sería la flecha que orientaría nuestra vida hacia el encuentro constante con el Señor. Nuestra misión sería, desde el principio, mostrar a los hombres el rostro de Dios, su amor y su plan de salvación."
(Peregrinos de la intimidad con Dios)
Hacer una síntesis de la historia y camino espiritual de la Fraternidad Monástica de la Paz supone remontarnos a los principios cuando el P. Alberto María, tras su encuentro con la Renovación Carismática y una lectura desde el corazón del Peregrino ruso, experimentó un cambio profundo en su vida y comenzó a dejarse conducir por un camino de peregrinaje interior que le llevaba a peregrinar hacia la intimidad de Dios. Fue un acontecimiento que se le impuso. Dios salió a su encuentro y le encomendó una tarea, una misión: “vivir para Él, inmerso en Dios”. Fue el mismo Señor quien, a partir de ese momento, comenzó a llevar las riendas de su vida. El pasaje de la viuda de Sarepta, los distintos hechos y acontecimientos que fueron configurando su vida -en el interior de su corazón-, fueron convirtiendo su vivir cotidiano en una búsqueda insaciable de Dios y en un “andar por los caminos de Dios” – como titulaba él sus primeros apuntes sobre lo que ha sido y es el inicio del Libro de Vida de la Fraternidad Monástica de la Paz y de las fraternidades laicales a ella vinculadas-. El itinerario espiritual seguido por él desde entonces, ha configurado una manera de vivir peculiar en el seno de la Iglesia, una manera de seguir a Jesús en una vida consagrada por entero a Él.
La Fraternidad Monástica de la Paz fue surgiendo cuando, llamados por Dios- poco tiempo después de que el P. Alberto María iniciara su andadura en solitario por los caminos de Dios- los primeros monjes y monjas se fueron congregando en torno a él. Después, poco a poco, el Señor fue configurando esa manera de vivir que Él había querido manifestar al P. Alberto María.
( Nuevas comunidades en la Iglesia, Theofanía, 15)