Queremos hacer nuestra la exhortación que Pablo hizo a Timoteo cuando, en la segunda carta, escribió: “Te encarezco ante Dios y ante Jesucristo, que con urgencia prediques la Palabra de Dios; que lo hagas a tiempo y a destiempo, cuando convenga y cuando no convenga. Convence, aconseja, reprende si es necesario, insta a hacer el bien; y en todo tiempo, con paciencia, proporciona a tu pueblo el alimento espiritual de la Palabra de Dios” (4, 1-2). Por eso, sentimos nuestra esta llamada del Señor para hacer llegar su Palabra a todos los hombres, allá donde éstos se encuentran: en las calles, en las plazas, en las casas y lugares de trabajo, etc., y ello con todos los medios a nuestro alcance. No como quien se siente la verdad misma, sino como quien se siente enviado por el Señor sabiendo que no dispone más que de un poco de harina y un poco de aceite, pero que no puede guardárselo para sí.